jueves, 27 de septiembre de 2018

Mishiguene, o la pretensión hecha pastrón.



Nuestro recorrido alimenticio no siempre es acertado. Mishiguene nos recordó el error de lo bien diseñado.

Entrás por los ojos. Y es agradable. Y el aroma te llena y vas a la carta casi de inmediato para buscar tu plato. Nombres llamativos, que en estos tiempos no es llamativo. Pero igual te agrada, te hace sentir diferente y porque buscás esa promesa que escuchaste de su Chef -una experiencia de sabores-.
Y esa promesa la unis a la frase que dice: cocina de inmigrantes. Listo, ¡acá voy a comer comida judía tradicional!, Pero no, no es cocina de inmigrantes. Es cocina pretenciosa. Y las pretensiones son pequeñas y caras. No hay relación entre el costo del plato, su tamaño y la experiencia de sabores. 
Pero no todo es lamento. La experiencia de ir, de comer los platos y sentirse defraudado, es válida. Si quieren ir, háganlo. Pero esta vez, con aviso.

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