jueves, 15 de noviembre de 2018

Los galgos, el clásico que opaca con el servicio.


Cuando entrás al bar Los Galgos no te defrauda la sensación de entrar a esos bares clásicos, antiguos, esos de principio de siglo XX, y si lo frecuentabas el espíritu de los hermanos Ramos sigue intacto. El aire acondicionado casi ni se siente, ni el ruido, ni el clima; y los ventiladores de techo que giran y giran te ofrecen esa sensación de frescor que acompaña tu vermut con hielo, ideal en esa tarde calurosa y húmeda de verano porteño. Hasta ahí la experiencia es agradable.
La modernización estuvo en el servicio y los productos. ¡Cómo perderme ese Negroni expendido por grifo, ya hecho, lejos de los errores de medida del bartender! Y, si lo acompañas con un emparedado de matambre, mejor, aunque te vas a quedar con hambre. Una fina y transparente feta de matambre con una igual de queso, miserable. Ahora si pedís un tostado de jamón y queso, bueno ahí sí, cuatro triángulos grandes de puro queso y jamón, pero para acompañar un negroni es miserable. Y si pedís un tricolet, sigue la miseria. Eso sí, caro, carísimo para un trago y un emparedado. Te conviene cenar, en un restaurante de puerto madero.
En síntesis, no te pierdas la experiencia de aquellos cafés del siglo pasado, pero con un café alcanza. El resto es pura espuma.

Calificación: Cinco cucharones.

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